Nada cambiará sustancialmente en el proceso de paz con el Eln con la próxima conformación de un nuevo equipo negociador.
Entre otras cosas, porque al presidente Juan Manuel Santos, que le apostó a cerrar definitivamente el conflicto con las guerrillas, le quedan escasos ocho meses de gobierno, y el ritmo que ha tenido el diálogo con el grupo armado de ‘Gabino’ no da para pensar que habrá definiciones claves en ese corto tiempo.
Dentro de esta lógica, el equipo negociador que designe Santos será fundamentalmente de transición. Y la tarea será sostener el proceso de paz, con cese bilateral del fuego y de hostilidades incluido si es posible, hasta que llegue el nuevo Presidente y ponga en marcha su propia estrategia frente a los grupos armados irregulares.
Este es el horizonte inmediato y más obvio con el Eln, y lo era incluso desde antes de que se supiera, esta semana, que Juan Camilo Restrepo dejaría su cargo como jefe de la delegación del Gobierno para los diálogos con esa guerrilla.
El cese bilateral del fuego y hostilidades más allá del 9 de enero, para cuando está previsto que termine la tregua que comenzó el primero de octubre, le convendría al país porque garantizaría unas elecciones para el Congreso y la Presidencia sin el fuego del Eln. Pero, sobre todo, le serviría a esa guerrilla para quitarse la presión de las Fuerzas Militares.
Un cese con víctimas civiles
Más allá de las conveniencias, la prolongación del cese bilateral del fuego solo sería útil si el Eln logra controlar a sus grupos en el Chocó y en Nariño, autores de claras violaciones a la actual tregua con el Gobierno.
En el primer departamento, los guerrilleros mataron a finales de octubre, en el Alto Baudó, a un gobernador indígena. Y en Nariño, concretamente en Magüí Payán, según confirmaron la Alcaldía y la Defensoría tras visitas al terreno, provocaron la muerte de al menos tres civiles, entre ellos una joven embarazada de 22 años, un líder de las comunidades afro y una persona con problemas mentales.
ELTIEMPO